jueves, 23 de abril de 2020

Diario de un taller 2

Leo que en la gripe española de 1918 murieron 50.000.000 de personas, y que por ahora por el Covid van 235.000. Me pregunto por el modo en el que nos afecta una carga de información tal que nos toma de tiempo y cuerpo completo. Y por el contrario, pienso en los modos del silencio, de la escucha, la conversación. (...) Antes que informarnos o comunicarnos debíamos hacer algo mejor: recrear tramas experienciales. Debíamos narrar, auto narrarnos. Y desde una grupalidad, una comunidad de narradores.

(...)

La mirada errante fue, sigue siendo eso. Nos continuamos leyendo, escuchando, acompañando. Y comenzaron a leernos. Incluso como un lugar singular. Se encontró allí (por caso, el de una querida referente de la Universidad que nos reunió), se hallaron en esos relatos, claves de lectura de la situación actual, inexistentes en el pseudo objetivismo informativo, e inaprehensibles para formas de medición cuantitativas, para instrumentos de una sociología cientificista, a las que le son ajenas la invención, la inflexión de una voz, la expresión de miedos íntmos, la voz entrecortada, el no poder dormir o hacer cosas sin sentido, el prestar atención a un detalle absurdo, aparentemente absurdo, y que se delata síntoma solo en el transucurir de un relato que nunca supo de intenciones claras, pero sí de una pulsión que encontrará en las escuchas de otros, una forma de completarse.


¿Qué tipo de conocimiento se expresa allí? Un conocimiento (sí) fundamental (por fundamento, principio de las cosas, de las palabras) El que emerge abigarrado en el hábito/costumbre del que escribe, que deviene insumo primario, modo crítico de lectura de la necesidad, deseo de uno/los otros en un momento determinado. Una lectura a contrapelo, menos analítica que experiencial, menos ensayística que narrativa. Lo que propulsa una materialidad, una trama de materiales que ingresen al mundo sin el estigma de paper congresístico doctoral, ni el de entusiasta grupo de cuentos de taller literario. Un saber otro, una experiencia otra. A la que deberemos (en un nosotros expansivo) buscar nombre, o no, vivir (nombrar) solo cuesta vida.

Y noto que estos diarios, son anti diarios. Porque se escapan de un yo, de una experiencia concreta. Aunque tengo muchas notas tomadas, me sale otra cosa, por ahora ésto: gestos de proto análisis y conceptualización de mi propia vivencia pandémica en el marco de mis deberes/pasiones docentes. Y que una cosa lleva y construye a la otra. Donde lo compartimentado y objetivado, lo disciplinar y contabilizable, da lugar a la experiencia vital, donde mi trabajo es vivir más/mejor, pa mi y les otres. Con o sin cuarentena.

SR

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Diario de un taller 4

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