Algo mutó, algo cambió. Pudimos salvar cierto momento de angustia narrando los alrededores, pero algo se enquistó, algo se nos metió. Podríamos decir de forma literal, el virus, el miedo al virus. Una de las chicas nos manda el certificado de riesgo de Covid19 del novio, al que se lo llevan por la madrugada, y ella queda encerrada en su habitación y su padre (población de riesgo) en la suya. A los dos días dice que dio negativo, pero que no puede participar del taller, necesita "bajar". Fue esto, o la intuición que esto pasaría, pero no solo. Un tono menos festivo, aunque más sensible, cercano, empezó a emerger tanto en textos como en el intercambio zoomero. La crónica mutó al ensayo, el sueño, la carta, la fabulación. Algo que si bien fue propuesto, tomó nuestro espíritu.
(...)
"El bicho está entre nosotros", escribe un errante. Finalmente, luego de meses de una espera que devino extrañamiento de(l) todo, "la porquería está cerca". Por diferentes frentes el virus aparece. Conmoviéndonos, mas por un movernos colectivamente (co moverse) que por sorpresa alguna. Un cambio de fase en un mismo "tratamiento". Si hablábamos de lo bien que nos hacíamos en la espera. De la necesidad de la escritura y el encuentro en el encierro. Ahora, cambiamos el switch sin abandonar el carroza. Dejamos El desierto de los tártaros esperando un enemigo que nunca llega a Casa tomada, moviéndonos ante una infección que parece tomarlo todo. El taller ha sentido ese cambio. Y se han activado ademas de alertas los propios escribas. Los que antes requerían lecturas, consignas semanales. Ahora ya no hace falta. La escritura sale, circula, se amontona. Entre la practica, y la angustia. Entre un oficio que empieza a incorporarse a una necesidad que rompe la cautela y abre juego y fuego. Los problemas ahora son otros. Comenzamos a hablar de estilo, de las derivas y reagrupe de ciertos materiales. La maquina ya está andando. La del taller, la de cada quien.
SR
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